En primer lugar tendré que dedicar un breve espacio a explicar unos conceptos con los que supongo que el lector estará familiarizado, pero a lo que estoy obligado por basarse todo lo que viene a continuación en ellos.
El ahorro.
El ahorro es la diferencia entre nuestros ingresos y nuestros gastos, es decir, nuestros ingresos son la suma de ahorro y consumo.
La finalidad del ahorro es tanto poder afrontar gastos que no podemos cubrir con nuestra renta tanto sin son imprevistos (cuando hay que reponer algo caro que se nos ha roto) como si son planificados (ahorrar para poder comprar un coche).
Evidentemente el ahorro no siempre es posible. Si los gastos son superiores a los ingresos, se consume el ahorro acumulado.
Generalmente nuestro ahorro lo depositamos en un banco por motivos como la seguridad (frente a un robo o un incendio), el transporte (disponibilidad de dinero en distintas localidades sin necesidad de llevarlo encima) o la comodidad (domiciliar los recibos en vez de ir a pagarlos a la oficina).
La inflación.
Ahorrar no es complicado si se tiene una renta superior a los gastos. Sin embargo, el ahorro tiene un enemigo: la inflación.
La inflación es el incremento que se da de los precios con el paso del tiempo. No entraremos aquí a determinar sus causas. Nos conformaremos con lo que todo el mundo sabe, es decir: que la inflación reduce la capacidad de compra que permite una cantidad de dinero, es decir, que una misma cantidad de dinero sirve para comprar menos cosas con el paso del tiempo.
Debido a la inflación nuestros ahorros pierden capacidad de compra, es decir, pierden valor. Este es el motivo por el cual la inflación es el enemigo del ahorro.
Los valores de la inflación en España en los últimos años han solido variar entre un 2 % y un 4 %. A corto plazo (unos pocos años) igual no lo parece porque la perdida no es muy grande, pero en unos pocos años más la perdida empieza a ser considerable. Al final de esta entrada lo veremos con un ejemplo.
En cualquier caso, pretendo resaltar lo que me imagino que sabe todo el mundo: el ahorro a largo plazo se ve seriamente deteriorado por la inflación. Por lo tanto, si queremos ahorrar a largo plazo es lógico preguntarse ¿Hay alguna forma de luchar contra la inflación y de que nuestros ahorros dejen de perder valor?
La inversión.
Invertir es dedicar un dinero o unos bienes en una actividad con el objetivo de incrementar el valor de lo invertido. Un ejemplo del todo el mundo suele tener experiencia es la inversión financiera en un banco: al depositar una cantidad de dinero durante un periodo de tiempo se obtiene finalmente el dinero invertido y una cantidad adicional.
Hay otras formas de inversión: comprar un piso y venderlo cuando se haya revalorizado, o alquilarlo para obtener una renta mensual. Otro modo es invertir en un negocio a cambio de una parte de los beneficios (o perdidas) o venderlo pasado un tiempo. También se puede invertir en arte esperando un incremento de su valor o en cualquier otro producto que sea del que se espere que suba su pasado el tiempo.
Lo común a todas las inversiones son tres parámetros:
1. Rendimiento esperado. Es decir, cuanto espero ganar.
2. Plazo. En cuanto tiempo espero ganarlo.
3. Riesgo. La incertidumbre sobre el rendimiento que espero obtener o sobre en cuanto tiempo espero obtenerlo. Mas concretamente podemos definirlo como la posibilidad de que el rendimiento obtenido por la inversión sea inferior al esperado.
Por ejemplo, en la inversión en un depósito financiero no hay incertidumbre, porque se establece desde el principio el plazo y el tipo de interés, es decir, el rendimiento. Sin embargo si compro una vivienda no se por cuanto la podré vender, aun cuando tenga una idea aproximada. Para resumir, el riesgo de una inversión es la posibilidad de que nos salga peor de lo que esperamos.
Fiscalidad y ahorro.
Los valores típicos de rentabilidad de los depósitos financieros (o cuentas remuneradas) en los últimos años en España han sido bastante parecidos a los de la inflación (entre un 2 % y un 4 %), aunque generalmente han sido inferiores.
Sin embargo, hay que tener en cuenta el efecto de la fiscalidad. Sobre el rendimiento obtenido de cualquier inversión hay que pagar un impuesto (cuyo valor depende de la naturaleza de la inversión). Actualmente en España las inversiones financieras están sujetas a un tipo mínimo de un 21 %, lo que quiere decir que como mínimo del dinero que nos den en forma de intereses el banco, el estado se quedara con dicho porcentaje. Los rendimientos de los depósitos una vez descontado el efecto de los impuestos suele estar por debajo de la inflación.
La fiscalidad la explicaremos más en detalle en siguientes entradas. De momento nos bastará con saber que reduce la ganacia de nuestras inversiones y que los depósitos financieros suelen tener una rentabilidad inferior a la inflación después de impuestos.
Conclusión.
En resumen, para luchar contra la inflación e intentar mantener el valor de nuestros ahorros es necesario invertir nuestro dinero. El objetivo siempre será conseguir una rentabilidad después de impuestos superior a la inflación (aunque no siempre sea posible). Esto es especialmente importante si nuestro horizonte de inversión es de largo plazo (unos 10 años o mas).
Los depósitos en bancos y las cuentas remuneradas nos ayudan a luchar contra la inflación, pero generalmente no permiten vencerla. Por ello, nuestra pregunta es ahora ¿hay alguna otra alternativa?
Los depósitos en bancos y las cuentas remuneradas nos ayudan a luchar contra la inflación, pero generalmente no permiten vencerla. Por ello, nuestra pregunta es ahora ¿hay alguna otra alternativa?